martes, 11 de septiembre de 2007

Tormentas


Huele a lluvia, pero creo que me gusta. Despiertan en mi pituitaria recuerdos de otros días, no necesariamente mejores. Me gusta, refulge y se acerca despacio, cada vez tarda un poco menos en hacerse oír. De repente le siento, tan cerca de mí como el miedo del placer, y rompen más fuerte las gotas contra el acerado y desde aquí puedo olerlas morir. No cerraré mi ventana ante ninguna tormenta, y el trueno me aclama entonces y brama justo un segundo más tarde, jura venir para acallar mi protesta al otoño; aún no es bienvenido si mañana puede volver a ser invierno.

Me sorprendo olisqueando el sabor a tierra mojada q impregna las calles, es el olor de los domingos en casa, de silencio y de calma, de días que pudieron ser mejores, robados, perdidos, hundidos. No pensé que llegara a gustarme.

Existen ciclos interminables que sobreviven a todas las cosas, que se solapan entre ellos y se acompañan en su recorrido. El ciclo de la vida se escolta de una media de ochenta ciclos estacionales y mil ciclos lunares, de una infinidad de periodos que estiran y se encogen como acordeones en celo, y que volverán para asediarnos tarde o temprano, con los mismos temores, las mismas esperanzas y el mismo desconsuelo. Pronto llegará el invierno.



(Disculpen la tardanza. He vuelto a casa)