Aún puede ser de día un par de minutos más
Existe un punto de no retorno. Cuando era niña solía contener la respiración bajo el agua; aguantaba el máximo, sabía que existía cierto punto hasta el que podía llegar y permanecer consciente. Llegado a ese punto, algo latía dentro de mí y era entonces cuando emergía a la superficie, camino de la asfixia. Me gustaba jugar a rozar mi propio límite, el punto de no retorno que cada uno llevamos dentro.
Mi prima Marta, cronómetro en mano, medía el tiempo que pasaba bajo el agua. Pero yo siempre supe que aquello era mentira, el tiempo no puede ser medido; entonces estaba segura de que el tiempo no pasa a igual velocidad cuando uno no respira. Asumía esa percepción que solemos tener del tiempo como partícula que viaja, y que altera su velocidad a antojo propio. Despacio, mucho más despacio si paseaba entre mis pulmones dormidos, el tiempo.

Es así como lo veo. El sol araña el cielo, que parece desangrarse lentamente, y no quiero que muera. Y sé que si le observo fijamente y contengo la respiración, también podré contener el tiempo, al menos un par de minutos, al menos mientras alcanzo ese lugar en el que el tiempo me pertenece.
(Foto: Bonifacio. Córcega. Yo)