domingo, 23 de septiembre de 2007

Géminis


Sus mitades se desperezan ruidosamente en los albores de un día gris; esta mañana sus labios no saben a sal sino a frutas. El ombligo que las separa cabecea hacia un lado, hacia el otro, y en el movimiento pendular de su cintura despiertan, enredadas entre sábanas color crema, aturdidas por la soledad de sus pupilas. Es domingo.

Hoy el otoño acude, mientras ríen, aunque a veces lloran mientras duermen, y recuerdan mañanas de sal y sábanas de chocolate, ojos de luna o de mar, y a veces sus mitades se hacen una.

Acaricia sus mitades entre párpados entornados, una de ellas aún quiere dormir y frunce el ceño, los recuerdos la calman o la incitan, y a veces se hace sorda y muda, y es en ese instante cuando la verdadera soledad la acompaña, mansa. Entonces nunca se siente mitad.

Describe círculos en sus tentaciones, entre latidos se convulsiona. Engulle trozos de pecado y se abraza, ajena a su locura, a la soledad de sus pasiones. Recuerda que a veces queda quieta, queda rota y sola entre mitades. Y sueña con otros despertares, con ver correr los días que le sobran o la anulan, y sus mitades sonríen al unísono ante la posibilidad de cualquier otro futuro, de apoyar sobre sus labios un beso dulce de domingo.

Sus mitades se contemplan en silencio, a veces olvidan paralelamente derrotas de otros días, a veces rehacen aquellos sueños que las convirtieron en mitades opuestas de una misma naturaleza viva.